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Final feliz Caso Natalia Santacreu

Algunas veces, como si una dulce mecánica animara en el fondo el corazón de los turbios embrollos, incluso los más terroríficos aconteceres acaban bien. A Natalia le han devuelto sus sobresalientes. Sus ojos inmensos vuelven a resplandecer de contento. Celebrémoslo con alegría. Difundámoslo. Está necesitada también la sociedad española de ejemplos positivos, de parábolas con un final feliz que nos impulsen a la acción, que sean rayos de sol en el invierno de nuestra pesadumbre, que con su luz reparadora nos afirmen en que no está todo irremisiblemente perdido. A Natalia le han devuelto lo que era sólo suyo, lo que ella con indómito afán estudioso se había ganado, sus brillantes calificaciones, las mismas que oscuros burócratas habíanle afanado por el incalificable delito de escribir en español en España. Así lo cuenta La Razón.
Natalia le han devuelto los sobresalientes
 
La imborrable lección que Natalia a todos nos ha brindado –y también su padre, Vicente Santacreu, lleno de un coraje cívico digno de reseñar, que sólo con su hija de la mano a pedir justicia para ella hasta la misma capital de España hubo de peregrinar, contra el frío y la incomprensión de todos, en viaje alucinatorio de extemporánea y conmovedora estampa- nos llena hoy de alborozo. Que sirvan la lucha y la verdad al fin recompensadas de ese padre para que jamás vuelva un desmán así a repetirse. Que Camps, el pobre, y también Rajoy –de otros, nada cabe esperar- dispongan las modificaciones reglamentarias para que, de este caso singular, un indiscutible y fundamental derecho sin discusión posible se funde. Que nadie nunca más tenga que volver a mendigar que no le roben por expresarse en español en España. Que a ningún niño estudioso vuelvan a atropellarle su excelencia de esa manera, mientras más y más se ensancha la manga con los alumnos peores.

Final feliz Caso Natalia Santacreu

Le resta sólo ahora a uno dar un paso atrás y dejar que sea el gran Edmundo de Amicis el que en su inolvidable “Corazón”,- pronto se cumplirán ciento veinticinco años de esa maravilla- “avant la lettre” glosara sin posible comparación la sobresaliente enseñanza que como regalo inesperado nos deja hoy Natalia: “Esta mañana vino a dar las medallas el Superintendente escolar, un señor de barba blanca todo vestido de negro. “La primera medalla la ha merecido esta semana la alumna Natalia Santacreu: merecido por los deberes de casa, por las lecciones, por la caligrafía, por la conducta, por todo” dijo. Todos se volvieron a mirar a Natalia, se veía que estaban encantados. Natalia se levantó, tan confusa que no sabía ni dónde estaba. “Ven aquí” le dijo aquel. El Superintendente miró aquella carita del color de la cera, aquellos ojos bondadosos y tristes, que rehuían los suyos, pero que dejaban adivinar una historia de padecimientos. “Natalia, nadie más digno de llevar esta medalla que tú. No la doy sólo a tu inteligencia y a tu buena disposición; la doy a tu corazón, la doy a tu valor, a tu condición de buena chica y buena hija. ¿No es cierto –agregó, volviéndose hacia la clase- que la merece también por eso? “Sí, sí”, contestaron todos a una. Natalia hizo un movimiento con el cuello como para tragar algo, y paseó por los pupitres una mirada dulcísima, que expresaba inmensa gratitud. “Vete ya, querida niña” –le dijo el Superintendente-. ¡Y que Dios te proteja!” (págs 100-101 Alianza Editorial).
José Antonio del Pozo - josemp1961@yahoo.es -
Licenciado en Periodismo y Ciencias Políticas
 
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